El tipo entró.
Ni le pidió permiso.
Tuvo, sin embargo, la delicadeza de anunciarse por lo menos.
- Aquí vengo para enamorarla.
- ¿Ah si? ¿No me diga?
- Tarde. Ya le dije.
- No me toree que hoy estoy de rojo.
- No se preocupe. Antes de que se de cuenta eso de rojo está colgado al pie de mi cama.
Le tendría que haber advertido usté que era tan entrador. Con anunciarse no alcanzó.
No le dio tiempo ni a pensarlo. No tuvo opción de decidir.
Porque el tipo entró.
Cuando menos lo esperaba, el tipo entró.
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