ELLA EN TUS OJOS
Casi simultáneamente ella se le instaló en la piel y en la retina.
Se le hizo costumbre llevar la cámara de fotos a cualquier sitio donde fuera, única forma que encontró de compartir las horas del día en que no estaba frente a la computadora.
Se le hizo costumbre llevar la cámara de fotos a cualquier sitio donde fuera, única forma que encontró de compartir las horas del día en que no estaba frente a la computadora.
- Te añoro demasiado. Esta es la única manera en que se me hace más llevadero.
Empezó fotografiando lugares clave, emblemáticos. Le tomó fotos a los kioscos de revista, las tapas de los diarios, los perros callejeros, los naranjitas, los camiones de basura. Siguió con rostros desprevenidos, el lugar donde habita la realidad.
Fotografiaba la misma esquina en diferentes estaciones, durante días consecutivos para mostrarle los pequeños cambios, casi imperceptibles que acusaba su ausencia.
- Mirá lo que pasa cuando no estás. Esto pasa afuera. Imaginá lo que pasa adentro.
A veces él le enviaba un detalle, un rincón, un monumento, un letrero y ella debía reconocer dónde estaba ubicada.
Esperaba ansioso la noche, único momento en que coincidían por la diferencia horaria y le enviaba cada foto envuelta en entusiasmo.
Después de una frase amable, ella agradece las fotos y se despide.
- Seguí soñando conmigo, mi bella.
- Y vos con mi cuello.
- Y con el infinito.
- Todo muy lindo pero aún te sueño en blanco y negro- se despide y orgullosa del remate, cierra sesión. Apaga la computadora, la luz, se mete en la cama y ese frío en la espalda que no se le va ni aunque ponga una almohada en el lado derecho de la cama.
Él le desea buenas noches, vuelve a encender el porro, recarga el vaso y decide qué película va a protagonizar hoy. Cuando su cuerpo da por concluida la noche, apaga la computadora, camina hacia el cuarto y ocupa su lado derecho de la cama que ya le han dejado abierta.
- Seguí soñando conmigo, mi bella.
- Y vos con mi cuello.
- Y con el infinito.
- Todo muy lindo pero aún te sueño en blanco y negro- se despide y orgullosa del remate, cierra sesión. Apaga la computadora, la luz, se mete en la cama y ese frío en la espalda que no se le va ni aunque ponga una almohada en el lado derecho de la cama.
Él le desea buenas noches, vuelve a encender el porro, recarga el vaso y decide qué película va a protagonizar hoy. Cuando su cuerpo da por concluida la noche, apaga la computadora, camina hacia el cuarto y ocupa su lado derecho de la cama que ya le han dejado abierta.
Comentarios
Mirtha de Temperley.
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