Publicado en Matemos a Jorge
Vivo en Tenerife, una de las siete Islas Canarias que, por esas extrañas cosas del colonialismo, pertenecen a España. Todos los junios las islas se visten de gala y miles de personas bajan por las calles para festejar la historia y alimentar las tradiciones, unidas por la fidelidad que solo generan los rituales. Tocan canciones con los instrumentos propios de las islas y bailan en grupos, agasajando la tierra y las raíces.
Durante meses se decoran carros que se usarán solo un día para recorrer las calles y preparar alimentos típicos. Papas arrugadas, budines de harina de gofio y almendras, huevos, pinchos canarios y vinos de cosecha propia, son los regalos que recibimos nosotros, mitad turistas, mitad residentes. Ahí parada, bailando la música de otros, compartiendo la historia de este, mi nuevo hogar, pienso en nuestras tradiciones. En cuáles son nuestros rituales. Pienso en las fiestas populares y los carnavales que la última dictadura se encargó de desaparecer. Pienso en los nuevos rituales que remplazaron la alegría, la música, los colores. Pienso en los 24 de marzo. En miles de personas marchando juntas; sintiendo que somos todos hijos de la misma historia; recordando, exigiendo, doliendo bajo un grito de impotencia que tiene la misma edad de las personas que quiero. Pienso en los juicios que al fin llegaron y en cómo resultarán después de alimentar 32 años de lucha y esperanza. Pienso en que a pesar de que cada genocida sea condenado y cada nieto recuperado, siempre tendremos una razón para reunirnos el 24 de marzo: Jorge Julio López. Pienso en la oligarquía. Tan cercana a la tierra y tan ajena a sus intereses. Pienso en lo que significa la tierra para ellos y para nosotros y pienso que seguimos siendo ellos y nosotros. Pienso en la patria que cruje porque se acomoda, porque no se termina de desacomodar. Pienso en los que están allá y los que estamos acá, mirando desde la otra vereda del mar. Pienso en que no es la primera vez que miro desde la vereda, participando desde la mera presencia, sin intervenir demasiado, sin molestar tampoco y también pienso en mi amiga C. que ayer me dijo: por lo menos vos tenés una excusa para no hacer nada. Estas lejos. Pero acá, la impotencia es cruel.
Durante meses se decoran carros que se usarán solo un día para recorrer las calles y preparar alimentos típicos. Papas arrugadas, budines de harina de gofio y almendras, huevos, pinchos canarios y vinos de cosecha propia, son los regalos que recibimos nosotros, mitad turistas, mitad residentes. Ahí parada, bailando la música de otros, compartiendo la historia de este, mi nuevo hogar, pienso en nuestras tradiciones. En cuáles son nuestros rituales. Pienso en las fiestas populares y los carnavales que la última dictadura se encargó de desaparecer. Pienso en los nuevos rituales que remplazaron la alegría, la música, los colores. Pienso en los 24 de marzo. En miles de personas marchando juntas; sintiendo que somos todos hijos de la misma historia; recordando, exigiendo, doliendo bajo un grito de impotencia que tiene la misma edad de las personas que quiero. Pienso en los juicios que al fin llegaron y en cómo resultarán después de alimentar 32 años de lucha y esperanza. Pienso en que a pesar de que cada genocida sea condenado y cada nieto recuperado, siempre tendremos una razón para reunirnos el 24 de marzo: Jorge Julio López. Pienso en la oligarquía. Tan cercana a la tierra y tan ajena a sus intereses. Pienso en lo que significa la tierra para ellos y para nosotros y pienso que seguimos siendo ellos y nosotros. Pienso en la patria que cruje porque se acomoda, porque no se termina de desacomodar. Pienso en los que están allá y los que estamos acá, mirando desde la otra vereda del mar. Pienso en que no es la primera vez que miro desde la vereda, participando desde la mera presencia, sin intervenir demasiado, sin molestar tampoco y también pienso en mi amiga C. que ayer me dijo: por lo menos vos tenés una excusa para no hacer nada. Estas lejos. Pero acá, la impotencia es cruel.
Cómo le hago entender que me bebería el océano de un trago, solo para que nos podamos abrazar.
Comentarios
Nadie nos asegura que no nos mojaremos o ahogaremos, pero si no lo hacemos, al menos si no lo intentamos ¿cómo vuelve el carnaval?"
El Emi