EN TRÁNSITO
Hace semanas que no se comunican pero ambos saben que el otro está intranquilo. Lentamente han entrado en un territorio de guerra del que no saben cómo salir y la única forma que encuentran ambos es verse cara a cara.
Esa noche ella entiende que está atrapada entre su cabeza y el hombre que vive en su computadora y que la única manera de liberarse es haciendo, una vez más, lo que él le pide.
Esa noche ella entiende que está atrapada entre su cabeza y el hombre que vive en su computadora y que la única manera de liberarse es haciendo, una vez más, lo que él le pide.
"O me llevas o me venis a buscar."
Así que busca sus valijas y varias excusas y compra el pasaje. Solo de ida.
Ya no quiere buscar. Ya encontró. A él y su lugar. Allá. Allá está todo lo que quiere, incluyéndolo.
Él sabe que se va por ella. Encontró que es la única que logra consolarlo. Sin embargo, su orgullo le impide avisarle que está llegando.
Así que busca sus valijas y varias excusas y compra el pasaje. Solo de ida.
Ya no quiere buscar. Ya encontró. A él y su lugar. Allá. Allá está todo lo que quiere, incluyéndolo.
Él sabe que se va por ella. Encontró que es la única que logra consolarlo. Sin embargo, su orgullo le impide avisarle que está llegando.
Cuando termina de hacer las maletas, todo le parece rancio, ajado, tajeado como esa vida que está dejando.
Llega el día y ella enfrenta la puerta de embarque.
Llega el día y ella enfrenta la puerta de embarque.
Siente en las plantas de los pies que va a pasar mucho tiempo hasta que vuelva a pisar ese suelo.
Del otro lado del mar, él enfrenta su embarque a zona desconocida. Nunca salió del pais ni tampoco pensó volver a sentirse tan ilusionado.
Toman el primer avión y el vértigo. Uno que va, la otra que vuelve. Pueden sentir cómo cada kilómetro que avanza alivia la tensión que les tira en el pecho. La distancia se va achicando. Ya solo los separan 20 horas de tránsito.
El viaje se divide en tres aeropuertos. Largo viaje que aprovechan para que el cuerpo se ponga a tono con la situación.
Del otro lado del mar, él enfrenta su embarque a zona desconocida. Nunca salió del pais ni tampoco pensó volver a sentirse tan ilusionado.
Toman el primer avión y el vértigo. Uno que va, la otra que vuelve. Pueden sentir cómo cada kilómetro que avanza alivia la tensión que les tira en el pecho. La distancia se va achicando. Ya solo los separan 20 horas de tránsito.
El viaje se divide en tres aeropuertos. Largo viaje que aprovechan para que el cuerpo se ponga a tono con la situación.
Todas las ansiedades desentonan con la seguridad del enojo que hasta hace unos días los mantenía firmes, inmóviles ante la posibilidad del otro.
Él llega a la mitad del viaje. Aeropuerto número 2. Ella llega al mismo aeropuerto pero aun le falta cruzar el mar.
En viajes paralelos esperan en colas paralelas. Entre tanta humanidad ella pierde el hilo minucioso de la fantasía y mira al costado. Mira sin ver hasta que lo ve.
Él llega a la mitad del viaje. Aeropuerto número 2. Ella llega al mismo aeropuerto pero aun le falta cruzar el mar.
En viajes paralelos esperan en colas paralelas. Entre tanta humanidad ella pierde el hilo minucioso de la fantasía y mira al costado. Mira sin ver hasta que lo ve.
Ahí está él, parado, sosteniendo con fuerza una única mochila.
Con todo el peso de los últimos cinco años metidos en una maleta ella se sale de la fila y camina hacia él, para sacarse la duda, para mirar desde cerca. Se ubica detrás y lo estudia con el descaro que solo permiten las multitudes. Mira la pantalla frente a la fila que reza: MADR. Se le estruja el corazón y toma aire. Es él. A mitad de camino hacia ella. Es él que avanza lento, mirando más allá. Ella recuerda su primera Ida. Cuando todo era ilusión, desconocimiento. Cuando irse era la mejor opción y entiende que nada de eso queda ya en ella. Entiende también que no podría alentarlo pero tampoco quitarle esa ilusión que ella tuvo la posibilidad de agotar. La conmueve la casualidad pero ella ya no cree en el destino. Cree en lo oportuno y si antes estaban en lugares del mundo diferentes, ahora están en lugares incompatibles. Él va, ella vuelve.
Se acerca y lo huele. Y así como entra, lo deja salir.
Cuando finalmente se encontraron, hacía meses que se regalaban halagos de todos los colores.
Se acerca y lo huele. Y así como entra, lo deja salir.
Cuando finalmente se encontraron, hacía meses que se regalaban halagos de todos los colores.
Se habían soñado, deseado, inspirado. Ya no quedaban palabras por desnudar ni momentos del día por compartir. Ya habían superpuesto destinos. Ya habían sembrado el futuro de sus próximas generaciones.
Sin embargo, en ese aeropuerto ella lo deja ir.
Sin embargo, en ese aeropuerto ella lo deja ir.
Comentarios