Carl Theodor Dreyer
1955
Asi, el peso de la palabra en todas sus formas.
Quien la dice, quien la cree, el que la profesa, el enloquecido.
Si la palabra es capaz de enloquecer, también podrá devolver la vida y junto con ella la fe, terreno de lo intangible, donde lo más concreto es, precisamente, la palabra, vehículo del milagro.
Una tensión constante recorre el relato que la transparencia de las escenas no logra disipar. Tratar lo metafísico haciendo uso de una estética realista se traduce en conversaciones extensas que empiezan y terminan, personajes que toman café y desarrollan actividades cotidianas retratadas con una cámara que se mueve por los escenarios con la misma naturalidad que ellos, y aprovecha cada movimiento de estos para desplazarse.
Personajes que casi nunca se miran a los ojos y que por momentos parecen ciegos. Seres devastados y pesados que caminan lento y repiten para si mismos y los demás que los milagros han quedado relegados en el tiempo. Un tiempo que pasa lento y natural.
Al no utilizar primeros planos, la forma en que se da protagonismo a un personaje es mediante desplazamientos en el espacio. Se lo enmarcará entonces a través de movimientos de cámara y no cerrando los planos.
En la habitación donde ocurre el milagro la cámara se moverá en los 360 grados mostrando todo lo que contiene, desnudándola. Luminosa, por momentos sin piso ni techo y donde los personajes no proyectan sombra, la habitación resultará un escenario fértil para lo sobrenatural.
Un mismo plano se repetirá dos veces. Un suave contrapicado enfoca un cielo encapotado y la linea del horizonte cortada por un conjunto de sábanas que se secan al sol. La segunda vez, las sábanas han desaparecido. La mujer está muriendo y junto con ella, el hogar.
Una versión de Romeo y Julieta entrelaza la narración y sirve de excusa para narrar la espiritualidad y las estúpidas rigideses en las que suele devenir. Asi, los dos cabeza de familia porfesarán diferentes versiones de una misma creencia. Diferentes concepciones de un mismo Dios. Y lo que parece incompatible se transformará en lazo de unión ante una tragedia que devendrá en milagro. El milagro de la comunión será asi la antesala del milagro final.
Más fe, menos fe. Se cree en todo o en nada. Qué se hace con la espiritualidad cuando se ha perdido la fe. Pareciera que la posibilidad de recuperar la fe dependerá de los hechos que la materialicen.
Si hay un lugar donde puede producirse un milagro, ese es el cine.
1955
Asi, el peso de la palabra en todas sus formas.
Quien la dice, quien la cree, el que la profesa, el enloquecido.
Si la palabra es capaz de enloquecer, también podrá devolver la vida y junto con ella la fe, terreno de lo intangible, donde lo más concreto es, precisamente, la palabra, vehículo del milagro.
Una tensión constante recorre el relato que la transparencia de las escenas no logra disipar. Tratar lo metafísico haciendo uso de una estética realista se traduce en conversaciones extensas que empiezan y terminan, personajes que toman café y desarrollan actividades cotidianas retratadas con una cámara que se mueve por los escenarios con la misma naturalidad que ellos, y aprovecha cada movimiento de estos para desplazarse.
Personajes que casi nunca se miran a los ojos y que por momentos parecen ciegos. Seres devastados y pesados que caminan lento y repiten para si mismos y los demás que los milagros han quedado relegados en el tiempo. Un tiempo que pasa lento y natural.
Al no utilizar primeros planos, la forma en que se da protagonismo a un personaje es mediante desplazamientos en el espacio. Se lo enmarcará entonces a través de movimientos de cámara y no cerrando los planos.
En la habitación donde ocurre el milagro la cámara se moverá en los 360 grados mostrando todo lo que contiene, desnudándola. Luminosa, por momentos sin piso ni techo y donde los personajes no proyectan sombra, la habitación resultará un escenario fértil para lo sobrenatural.
Un mismo plano se repetirá dos veces. Un suave contrapicado enfoca un cielo encapotado y la linea del horizonte cortada por un conjunto de sábanas que se secan al sol. La segunda vez, las sábanas han desaparecido. La mujer está muriendo y junto con ella, el hogar.
Una versión de Romeo y Julieta entrelaza la narración y sirve de excusa para narrar la espiritualidad y las estúpidas rigideses en las que suele devenir. Asi, los dos cabeza de familia porfesarán diferentes versiones de una misma creencia. Diferentes concepciones de un mismo Dios. Y lo que parece incompatible se transformará en lazo de unión ante una tragedia que devendrá en milagro. El milagro de la comunión será asi la antesala del milagro final.
Más fe, menos fe. Se cree en todo o en nada. Qué se hace con la espiritualidad cuando se ha perdido la fe. Pareciera que la posibilidad de recuperar la fe dependerá de los hechos que la materialicen.
Si hay un lugar donde puede producirse un milagro, ese es el cine.
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