SUTILEZA MALENTENDIDA
Si bien las producciones audiovisuales surcoreanas ponen en escena el tema de las dos Coreas con frecuencia, aún pasa por el costado del eje temático principal, como si estuviera por posicionarse en el centro, de un momento a otro, pero no sucede.
Las excepciones serían películas como Lazos de guerra (2004) o la serie Road Number One (2010) que se sitúan en la Guerra de Corea de 1950, cuando el país se divide en dos. Aquí el contexto histórico engloba y determina, marcando el destino de los personajes y los guía a través de los modos de hacer de tal excepcional situación. Aparecen datos históricos, reglas, órdenes, excepciones. Y una guerra, después de todo, es la excusa perfecta para poner a prueba lazos, relaciones y reacciones, sobretodo en un país que ha hecho del melodrama su género predilecto.
En la serie sucedía prácticamente lo mismo: esta vez un trío amoroso con la misma Guerra como escenario de una historia en la que todo lo que podría salir mal, sale mal. En este caso, y situando el relato en los años 50, en consonancia con la época de oro del género, se hace uso del melodrama más descarnado para hablar de un amor imposible, otro real pero no tan perfecto y la Guerra que todo lo arrasa.
En 2004, Joint Security Area, la primera película de Park Chan-wook, tomaba la conflictiva franja militarizada que separa el sur con el norte para utilizar el miedo al siempre latente conflicto entre ambas zonas como excusa para situar la acción; o series como Cain y Abel (2009) donde una de las protagonistas (norcoreana) había triunfado en el intento de cruzar a China para, desde allí, poder viajar a Corea del Sur, transformándose en desertora. Este peligro omnipresente de ser descubierta y enviada de vuelta al norte, bajo el imperdonable delito de traición a la patria, era una parte de la historia en la que no se llegaba a profundizar. No era ni un peligro ni una salvación, sino un tema que reaparecía superficialmente en algún capítulo. La omisión de detalles o referencias históricas hacían pasar la atención por otro lado, en una extraña manera de hablar soslayadamente de la realidad de una parte importante de la sociedad coreana.
En 2009 se produjo I.R.I.S., serie de espionaje de gran éxito y presupuesto que ponía en escena un virtual intento de reunificación del país que el grupo I.R.I.S. intentaba evitar. Sin embargo, aquí también estaba la presencia del conflicto como una circunstancia, casi un capricho argumental, y la representación de los buenos, los que luchan por la Corea unida, y los malos, los que no.
Desapego por las instituciones
Con estos y otros antecedentes llega en 2010 Secret Reunion, arrasando con los Premios Blue Dragon, los más importantes de Corea. Segunda película de Jang Hoon, quien comenzó su carrera como asistente de Kim ki-duk, y que en 2008 dirige su primer largometraje: Rough Cut. En Secret Reunion, como en aquélla, se divisa la búsqueda por entrelazar géneros en este hiper-género en el que se han transformado las películas de acción. Dramas con momentos cómicos que desencadenan una escena de acción y, de nuevo, la dupla: dos representantes de la sociedad coreana extremadamente estratificada, personajes que solo por mano del azar y por un momento que tiene comienzo y fin, se encuentran para realizar algún tipo de tarea. En aquella un actor que hace de gangster y un gangster que actúa; en ésta, un agente despedido de la Agencia de Inteligencia surcoreana y un espía norcoreano abandonado por su organización.
Este dejar de lado datos históricos que sitúen a la historia más allá de si misma podría llegar a leerse como una manera de hablar de las implicaciones directas de algo tan lejano y cercano a la vez como las decisiones de un gobierno, de una institución, para re-situarlas en historias particulares, en vidas y situaciones concretas de personajes afectados directamente por esas decisiones.
Después de todo, una de las variables omnipresentes en el cine de esta tierra es el desapego a las instituciones, principalmente en films que tienen como protagonista a policías, investigadores o integrantes de algún grupo que trabaja bajo el resguardo de la justicia. Toda acción allí enmarcada fracasará. Al principio estos dos personajes están integrados en una institución: uno en La Agencia de Inteligencia, y el otro en la organización que busca traidores. Sin embargo, pronto serán expulsados y recién allí habrá lugar para grandes momentos y decisiones afortunadas, cuestiones que enmarcadas dentro de una institución jamás habrían dado frutos. (Recordemos Memories of Murder: un asesino, la policía, la inoperancia, el espiral de acciones que lleva a que una situación comience y termine peor). Resulta interesante cómo se ancla el tema de las dos coreas en Secret Reunion.
Claroscuros de las dos Coreas
Se dice que los surcoreanos (representados en este caso por Song Kang-ho, uno de los actores más conocidos y respetados del país) son más explosivos y animados que sus vecinos del norte (encarnados en el discreto Dong Wong-kan) ya que éstos viven bajo una dictadura que no deja margen para la improvisación. Se entiende, así, que los primeros viven en condiciones mucho mejores que los otros y en este caso, al principio, lo parece. Sin embargo, se va desarrollando un tipo de equilibrio que muestra las falencias de una y otra forma de vida. El ex-agente (divorciado y con su ex esposa e hija viviendo en Londres) agrega a la distancia geográfica, el desinterés por un pasado que parece haberse llevado todo al otro continente.
La situación del espía es diferente. Es padre reciente de una niña que aún no ha podido conocer por no poder regresar al norte y haber fracasar en el intento de traer a esposa e hija al sur. Aquí la imposibilidad es otra, aunque la consecuencia sea la misma: ni geográfica ni voluntaria, sino política. A su vez, el primero, una vez despedido de la agencia, forma una empresa en el borde de la legalidad que se encarga de encontrar a mujeres inmigrantes que han escapado de sus esposos coreanos. Éstos, la mayoría campesinos, han pagado por ellas a una organización totalmente ilegal que las trae engañadas y las obliga a casarse con estos hombres cuyo trato será digno de una huida. Esta otra realidad tan dramática y extrema es tratada, también, superficialmente, sin mayor desarrollo que como mera descripción de las actividades laborales.
Y he aquí el gran problema de este film. Porque hablar de grandes temas y pasarles por el costado es una elección difícil de sostener. Sobre todo sin que aparezca, como aquí, cierta frivolidad y despreocupación en el tono del relato, en lo que parece ser un caso de sutileza malentendida.
Publicado en A CUARTA PAREDE
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