El pasado abril sucedió un desastre que dio forma concreta a un sentimiento que viene sobrevolando Corea del Sur hace ya algún tiempo. Nada podría haber sido peor. Fue el peor resultado en las peores de las situaciones.
El 16 de abril el ferry Sewol, que se dirigía hacia la isla coreana de Jeju, perdió estabilidad y en el plazo de dos horas se hundió junto con más de 300 estudiantes de entre 10 y 18 años de edad.
Esta tragedia, que no es accidente, sacó a flote muchas, demasiadas miserias de los modus operandi de la idiosincrasia del país. Por nombrar algunas, la omnipotencia de los altos cargos (debido al confucianismo, la sociedad es verticalista, por lo que los altos jefes son respetados incondicionalmente generando un poder omnipotente y, a su vez, la incapacidad de los subordinados de denunciar o sublevarse) y la altísima corrupción de la sociedad coreana, de la que tanto hemos escuchado hablar y que ahora tenemos la desgraciada oportunidad de ver cómo opera.
El dueño de la empresa naviera ha sido detenido por presunto asesinato por permitir una carga casi cuatro veces mayor a la permitida para la capacidad del barco, lo que provocó su desequilibrio y, eventualmente, su hundimiento. Así también, los oficiales portuarios que permitieron su navegación con documentos falsificados sobre el verdadero peso que cargaba y en un día con tanta neblina que, llamativamente, sólo el Sewol tuvo el permiso para zarpar.
Como si todo esto fuera poca provocación para una tragedia, esa noche, debido al mal tiempo, el ferry zarpó tres horas más tarde de lo previsto. Para compensar el tiempo perdido, el capitán decidió tomar una ruta mucho más peligrosa pero corta que la protocolar (el mar del este es el más peligroso de Corea debido a sus fuertes corrientes subterráneas). En ese momento, el barco era navegado por el tercero en cargo (no por el capitán, como debe ser según los protocolos) un empleado de 25 años sin experiencia en ferries de pasajeros, a una velocidad mucho más alta de la permitida. La corrupción combinada con el capitalismo carnívoro que está devorando a las sociedades asiáticas, funcionan como una bomba de tiempo que explota siempre en el peor de los casos y con el peor de los resultados.
El Gobierno es otro de los principales protagonistas en esta tragedia y ya le ha costado la renuncia del primer ministro.
Y un dato mucho más espeluznante (que está en investigación si es pura coincidencia o si juega algún papel en el desastre) es que el dueño de la empresa y todo el staff del barco (que dicho sea de paso fueron los primeros en ser rescatados y el 100% sobrevivió) pertenecen a un culto religioso llamado The Saviorists.
El confucianismo
Unas de las razones por las que pocos estudiantes fueron rescatados es que la mayoría de ellos estaba dentro del barco cuando el capitán dio la orden de permanecer en sus lugares y no moverse. Siendo esa la única orden que recibieron, cuando quisieron salir a la superficie del barco era demasiado tarde.
Uno de los primeros argumentos que se pudieron leer a puño de editores de prensa internacional occidental culpaba al confucianismo, argumentando que una sociedad verticalista remplaza el entendimiento por la obediencia y el respeto por la sumisión. En otras palabras, los estudiantes, obedeciendo la orden de no moverse incluso cuando había claras evidencias de que el barco se estaba hundiendo, permanecieron en su lugar, lo que en última instancia los llevó a la muerte.
Sin embargo, el confucianismo es esencialmente meritocrático, y tiene por objeto garantizar que los líderes sean elegidos por sus virtudes, no por su antigüedad, dinero o conexiones. A su vez, es un sistema de deberes recíprocos con obligaciones y responsabilidades muy concretas para con los subordinados. Esto es de los padres a los hijos, profesor alumno, y por extensión, de capitán a la tripulación y los pasajeros procurando su bienestar en la totalidad de los casos. Esto no sucedió. El capitán y su tripulación fueron los primeros en abandonar el barco cuando los rescates llegaron.
La reacción que la sociedad coreana ha tenido de este desastre es sólo entendible en los términos anteriormente explicados. La generación de los padres de los estudiantes se siente terriblemente avergonzada por haber generado las condiciones que encausaron estas muertes. Estos adultos irresponsables que no procuraron el bienestar de esos niños podrían costarle a la idiosincrasia coreana la pérdida de su ley más importante: el respeto a los mayores y superiores.
La industria del entretenimiento, en duelo
Desde el 16 de abril, la emisión de todos los programas, series, shows, han sido cancelados. Así también los conciertos, estrenos cinematográficos, lanzamiento de álbumes (cosa no menor en un país con la industria de pop más desarrollada y activa de Asia). En las usualmente ruidosas calles del país los parlantes han sido apagados, los esperados festivales universitarios de primavera, los viajes de estudiantes y hasta los exámenes finales también han sido cancelados.
Los festivales de cine, que comienzan su temporada en abril, mantuvieron sólo las actividades estrictamente relacionadas al cine. Es decir que, alfombra roja, fiestas de apertura y clausura, las innumerables reuniones oficiales y fiestas celebradas durante los festivales como así también conciertos han sido suspendidos.
Una parte muy importante de la experiencia de asistir a los festivales son, sin duda, las actividades posteriores a las proyecciones. Fiestas y reuniones donde se tiene la posibilidad de interactuar con directores, actores, productores y donde va tomando forma la opinión general sobre el festival y las producciones de ese año. Y esto no es menor. Mucho de lo que posteriormente se escribe y se habla sobre el festival son opiniones colectivas que han tomado forma en este tipo de reuniones. La suspensión de estas actividades fue una decisión que la mayoría de los asistentes hemos entendido y respetado pero que generó, como era de esperarse, una atmósfera triste y solemne que curiosamente se conjugó perfectamente con las películas coreanas presentadas en esta edición, coincidencia que no deja de llamar la atención.
Los defectos de las películas más regulares de esta edición del JIFF siguen siendo los de siempre. Abuso del tono solemne, superficialidad de los personajes que recuerda más a una serie televisiva o hipersimplicidad en la puesta en escena. Si bien hubo varios filmes que salen de los lugares comunes y destacan, llamativamente hubo poquísimo consenso entre la crítica. En general se presentaron películas más calmas y meditativas que otros años, con imágenes bellas que permanecen en la memoria.
3D justificado para abrir
MAD SAD BAD 3D fue la película de apertura de este 15º Festival Internacional de Cine de Jeonju. Es un filme ómnibus compuesto por tres cortometrajes dirigidos por renombrados directores coreanos como son Ryoo Seung-wan (Berlin Files, The Unjust), Han Ji-seung (Papa) y Kim Tae-yong (Late Autumn). Lo interesante de este set (que incluye dos de los mejores filmes que se pudieron ver en este festival) es que está producido por KAFA (Korean Academy of Fine Arts, Academia Nacional de Cine de Corea, actualmente la mejor escuela de cine del país con el mayor número de directores que debutan en la industria y cuya rigurosidad y excelencia es de amplio conocimiento) y que la utilización del 3D está exquisitamente justificada.
Ryoo Seung-wan presentó el impecable thriller Ghost, historia basada en un hecho real sobre dos adolescente que responden al pedido de ayuda de Ghost, una chica que conocen mediante las redes sociales. Notablemente, el uso de las tecnologías no ha sido prácticamente explorado en las producciones de uno de los países con más desarrollo y omnipresencia tecnológica del mundo. Los neologismos, las virtuales pero fuertes relaciones platónicas y sobretodo el irreemplazable lugar que ocupan los teléfonos celulares en la vida de los coreanos está admirablemente puesto en escena. Asimismo el uso del 3D que expresa perfectamente el apabullante stress de recibir constantes mensajes, la banda sonora diaria en la que se transforman los sonidos y vibraciones de la tecnología y la patológica falta de sentido de realidad.
Han Ji-seung dirigió la regularísima I Saw You, historia de zombies que en un futuro incierto encarnan una nueva clase de proletariado esclavo, donde racismo y su consiguiente abuso de poder no pueden disolverse incluso hacia el final, en su intento de final feliz. El filme pierde mucha fuerza al estar entre la espada y la pared que significan los otros dos grandes filmes que integran el trío.
Finalmente, Kim Tae-yong creó Comic, una bellísima obra de arte protagonizada por una niña de ocho años cuyo talento ya le ha significado varios premios (Sprouts, cortometraje que también protagonizó, ganó premios en la Berlinale y el Busan Intl. Film Festival 2013). La vida de esta niña perteneciente a una familia monoparental, gira en torno al cuidado de su hermano autista, realidad de la que escapa escondiéndose bajo una sábana y leyendo versiones cómic de románticos cuentos sobre príncipes y princesas. El uso del 3D está tan deliciosamente utilizado que nos sentimos como niños ante este maravilloso mundo que se nos descubre, literalmente esquivando pájaros que vuelan hacia nuestros ojos.
La característica que tuvo este año la Competencia Internacional fue que cuatro de las diez películas que la integraron provienen de América Latina, reafirmando lo que los propios programadores llevan advirtiendo desde las pasadas ediciones como el auge del cine latinoamericano. El Pozo (Michael Rowe, México, 2013), Casa Grande (Fellipe Barbosa, Brasil, 2014), Hotel Nueva Isla (Irene Gutiérrez Torres, Cuba / España, 2013), ganadora del premio especial del jurado, e Historia del Miedo (Benjamin Naishtat, Argentina, 2014), ganadora del Gran Premio de la Competencia Internacional. Costa da Morte (Lois Patiño, Galicia, 2013), por cierto, se llevó a su vez el premio a la mejor película, sumando otra distinción más a su carrera internacional.
Historia del Miedo, estrenada mundialmente en la última Berlinale, retrata una comunidad de un barrio cerrado en las afueras de la Ciudad de Buenos Aires (barrios privados que comenzaron a desarrollarse en los noventa en el marco del ultra capitalismo de la era menemista), cuyo principal objetivo fue “resguardar” a la clase alta de los peligros de vivir en los suburbios. Esta película captura la paranoia y terror ante lo que parece un inminente “ataque de los de afuera” a través de un estilo áspero y experimental, usando el sonido como principal herramienta.
Jeonju Digital Project
Uno de los sellos distintivos de este festival es el Jeonju Digital Project que cada año produce filmes de directores que anteriormente han participado del festival. Proyecto que es posteriormente proyectado en otros festivales por lo que el nombre resuena en los oídos de los asistentes regulares a muestras de cine. Este año, por primera vez, se produjeron tres largometrajes, a diferencia de los corto-mediometrajes realizados hasta la edición pasada.
El filme más esperado de la trilogía fue Alive de Park Jung-bum, que curiosamente tuvo a la duración como su mayor enemigo. Un remarcable ensayo sobre la masculinidad que retrata la vida de un trabajador estacional y se toma el tiempo para mostrar cada una de las conflictivas relaciones que integran su vida durante 195 minutos. Es en su excesiva duración donde se disuelven muchas de sus cualidades, dejando poco espacio para expectativas de ver próximos proyectos del director. Alive mantiene las características del primer trabajo de Park, Journals of Musan (2011), con la que recibió importantes premios en el Festival Intl. de Rotterdam y en el Busan Intl. Film Festival, al hacer foco en la porción de la sociedad coreana que ha sido excluida del desarrollo económico. La principal virtud de este filme es el constante pero no obvio contraste entre lo que se tiene y de lo que se carece; mostrando los múltiples roles que tiene que cumplir el protagonista (interpretado por el mismo director) a veces empleado, a veces jefe, hermano mayor con rol de padre, amante con expectativas de marido. Y el agobiante y omnipresente sentido de responsabilidad en la cultura coreana.
Los otros dos filmes que integran el Digital Project de este año son Free Fall del húngaro György Pálfi y The Avian Kind de Shin Youn-shick que presentó en el pasado Festival de Cine de Busan su irregular pero por momentos impresionante Rough Play con guión de Kim Ki-duk.
KOREAN COMPETITION es la sección que presenta primeros o segundos largometrajes de directores que se animan a cruzar las barreras de los modos tradicionales de hacer un filme, en palabras de los propios programadores del festival.
La película ganadora de esta sección fue A Fresh Start, primera obra de Jang Woo-jin, sobre dos jóvenes faltos de energía y horizonte. La principal virtud de este filme es la neutralidad del tono de la narrativa, una mirada desafectada más cercana a un documental. La falta de horizonte, metas o soluciones está muy bien filmada a través de escenas oscuras, opacas o con obstáculos visuales, como una ventana sucia o el movimiento de la cámara. Contada como una consecución de momentos, incluso cuando algo dramático ocurre, las decisiones parecen ser tomadas con una liviandad que ponen al espectador en una postura fría y para nada empática. Hacia el final es la indiferencia y la falta de reacción los que dejan puntos suspensivos sobre este Nuevo comienzo.
Sookhee, primer película de la Directora Yan Ji-eun, es la historia de una mujer que vive en su propio universo y que se ha autogenerado una profesión de enfermera cuyos métodos son cuestionables pero efectivos. Tanto las virtudes como los defectos de este filme recuerdan demasiado a un fallido Kim Ki-duk cuyas protagonistas comienzan siendo temerarias féminas cuya desbordante sexualidad sigue estando demasiado ligada al instinto maternal y que terminan castigadas y mutiladas por frustrados pero aún inderrocables hombres.
El director Jung Byeong-sik es un famoso cartoonista y hermano del también director Jung Byeong-gil (Action Boys, 2008). Juntos dirigieron y escribieron Confesiones de un asesino, uno de los mejores thrillers de 2012. En este JIFF presentó su primer largometraje, protagonizado por su hermano, sobre el minado camino de los aspirantes a directores de cine y el patético contraste entre las influencias y referencias cinematográficas, cuna de las ideas, y su real resultado en pantalla. Flojísima película, con buenas intenciones, pero demasiado sucediendo al mismo tiempo. Algunas decisiones inteligentes, como el uso del blanco y negro que funciona como matizador de algunas de las extremas escenas de violencia, confunden cuando la voz en off del director confiesa que siempre quiso hacer algo similar a A bout de souffle de Godard.
The Wicked del director Yoo Young-seon (ganadora del premio CGV MovieCOLLAGE, apoyo económico para el próximo proyecto)es un buen intento de thriller-terror que destaca sobre todo enmarcada dentro de la pobrísima trayectoria que tiene este género en la cinematografía coreana. Aunque el personaje principal es, de hecho, malvado como indica el título de la película, hay un sutil balance con la maldad de las que serán sus víctimas. El abuso de poder de los jefes o superiores (con diarias actitudes bullies) no es lo que define su destino, sino el hecho de ser amados por terceros. De hecho, la maldad funciona como lenguaje común, como punto de conexión y empatía y aleja a este film del camino fácil de la venganza o reivindicación.
La sorpresa fue Miss the Train de Lee Kyung-sub que juega de una manera muy madura, natural y misteriosa con la tradición del shamanismo y las creencias populares. Opera prima de este director, es un filme ambicioso desde varios puntos de vista y con más de una imagen bella que permanece en la memoria como un cuadro realista. El guion dispara líneas simultáneas mezclando sueños, realidad, recuerdos, fantasmas y la edición acompaña casi sin defectos el ritmo y la atención que requiere de parte del espectador sin dormirlo o perderlo en el camino.
KOREAN SHORT COMPETITION
How Long has That Door Been Ppened? de Kim Yu-ri es un sutil ensayo sobre cómo las grandes ciudades y códigos no están hechos para cualquiera y los contrastes entre las expectativas que se ponen en una idílica vida en la capital, la realidad y las consecuencias que ese contraste tiene. Misteriosa, sutil e inteligente película que ganó el Gran Premio de la competencia.
El premio a mejor director fue para Jang Jae-hyun con su 12th Assistant Deacon. Insólitocorto sobre un jovencísimo cura que tiene su primera experiencia asistiendo a un sacerdote en un exorcismo. Los protagonistas son la víctima, que ha intentado suicidarse al fallar el examen para acceder a la universidad y el joven cura que carga el trauma de haber sido abusado en el servicio militar. Con esta excusa este filme habla sobre los demonios de la sociedad coreana: la falta de interés por el otro, del abuso de poder (nuevamente) y de la presión para tener éxito y excelencia. Notablemente llevado a cabo, es un excelente film de terror.
Conclusiones: belleza y meditación
Es difícil sacar conclusiones de un festival como Jeonju, enfocado en películas independientes y en óperas primas o segundas producciones. La mayoría son regulares pero hubo excepciones que destacaron. En general obras sutiles, con imágenes bellas y ritmo calmo, meditativo.
En cuanto a los documentales que integran esta sección, A Dream of Iron del director Park Kyung-Kun (premio NETPAC en la pasada Berlinale) es un relato poético postindustrial sobre cómo el hierro y su importancia en la industria coreana ha remplazado a los antiguos dioses. Documental experimental con imágenes de impactante belleza y una banda sonora original que allanar el camino completando el filme en este sentido.
La vertiginosa industrialización que ha sufrido Corea en las últimas décadas, parece generar un sentimiento ambivalente sobre su valor, a veces culto al desarrollo, otras resentimiento hacia el aislamiento y deshumanización. La dialéctica entre ellos es la base de este ambicioso film-ensayo. La película fluye como un hilo de pensamiento que comienza cuando el director pierde a su pareja cuando ésta decide ingresar en un templo budista en busca de un dios. Lo que dispara su intención de querer mostrarle cómo los dioses modernos han remplazado, si no arrasado, las deidades primeras. Así, donde antes se adoraban ballenas (mostrando bellísimos petroglifos en las montañas de Ulsan), ahora hay fábricas de barcos, una de las industrias más fuertes del país, cuyo ruido y contaminación generaron que estos animales, adorados en la antigüedad, ni se acerquen a sus costas.
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