El protagonista de esta red vive una vida tranquila, muy modesta pero suficiente, en Corea del Norte. Tiene una casa, un barco para pescar y cuidar de su familia y una nacionalidad que lo define. Como cada mañana Chul-woo sale de su hogar, presenta sus documentos en la guardia y se sube a su barco para recoger la red. Todo esto sucede al borde del río Imjin, cuya corriente, que no respeta fronteras, desemboca en las aguas del río Han de Corea del Sur. Y así es como el barco de este pescador se rompe y aparece, muy a su pesar, en las fronteras del Sur. Comenzará una interminable y agotadora serie de procedimientos para definirlo como espía, desertor o, simplemente, desafortunado.
Corea es un país que son dos. En guerra desde 1950, activamente hasta el ‘53 (cuando el país se divide) y en continua tensión hasta la actualidad. El Norte es comunista y dictatorial y se define en contraposición al Sur capitalista que es, para muchos, sinónimo de libertad y de posibilidades. Sin embargo, Chul-woo no es de los que desean cambiar de vida. Todo lo contrario, parece feliz y contenido dentro de su patria.
Pero ¿qué es la patria? ¿Nuestro país? ¿Nuestros compatriotas? ¿Lo que cae dentro de unas fronteras o, quizás, compartir los mismos enemigos? ¿Es la patria una identidad?
Y esa identidad ¿es el resultado de una búsqueda o el producto de una bandera, un himno, unas consignas? Porque la patria incorpora, hace cuerpo, definiciones, maneras de ser y de estar que, cuando se caen, dejan un cuerpo incompleto. Porque el peor exilio imaginable es perder la patria adentro de uno, que el sentido de hogar quede vacío de significado y que todo lo que se sostenía en ese concepto se caiga.
Publicado originalmente aquí
La Red
(Corea, 2016).
Guion y dirección: Kim Ki-duk.
Con Ryu Seung-beom, Kim Young-min.
Apta para mayores de 13 años.
Duración: 125 minutos.
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