Filmar lo popular, construir lo argentino
El jueves 7 de diciembre se estrenaron dos películas sobre el Mundial en el que Argentina ganó su tercera copa. Una, Elijo creer, es la película oficial de la AFA. Su relato está construido mediante entrevistas de estudio, tranquilas, con distancia histórica y en la que tienen voces los protagonistas en primera persona. Es decir, considera como protagonistas solo a los que jugaron el mundial.
Mientras que Muchachos, la película de la gente es todo lo opuesto. Y desde los poster de ambas se plantea la clara diferencia. Mientras que Elijo creer pone a Messi en el centro de la imagen, con la copa en la mano, y con algunos de los jugadores satelitales a su estelaridad, Muchachos muestra a la selección fundida en un abrazo sin rostros sobre un mar de personas.
Ambos filmes se insertan dentro de una tradición que comenzó con La fiesta de todos, la película oficial del mundial del ‘78, dirigida por Sergio Renán y con pequeños sketch cómicos donde un joven Ricardo Darín o un ya popular Juan Carlos Calabró representan fríos pasos de comedia que denotan las bambalinas de un documental producido en el fuego de la dictadura.
Heroes, la película del Mundial ‘86, no entra en esta línea de lectura. Está narrada en inglés y es la película oficial de la FIFA, nada más lejos del pueblo. En resumen, si La fiesta de todos es de la AFA al igual que Elijo Creer, y Héroes es de la FIFA, Muchachos es del pueblo.
¿Cómo filmar la emoción, lo popular, lo colectivo?
¿Cómo construir la argentinidad en imágenes?
Muchachos es, en los hechos, la película de la gente. Es la película del autorretrato, de las emociones, del autorretrato de las emociones. De la euforia, de la esperanza, del sufrimiento “que es tan argentino”, como varias veces subraya la voz en off de Guillermo Francella. Es lo que vivimos, cómo lo vivimos y cómo el arte lo construye.
Decenas de videos de hinchas que se autofilmaron viendo los partidos, curioso fenómeno de autoconciencia que remite a una voluntad de documentar las emociones y de, quizás, marcar su singularidad en ese mismo mar de gente. Videos desde Doha, videos desde un living, desde una villa, desde la calle, no importa desde dónde ni la calidad del video ni del audio, es el registro, la reacción, la emoción filmada.Y también el recorrido de la selección en cada uno de los partidos y de los momentos abrazados por el azar que devinieron en esa histórica final del 18 de diciembre de 2022. “Esto es cine” fue una de las frases que circuló una vez vencedores de tremenda e histórica final. Quizás por eso Muchachos sea tan cinematográfica.
Un montaje de videos oficiales y otros muchos recuperados de las redes sociales que iban a quedar en el olvido del vertiginoso y ventajero algoritmo, atados a un momento que hoy, un año después, ya se siente empolvado. Cada vez más un año se siente un siglo; el tiempo no se mide en cantidades sino en intensidades y la euforia por la victoria de la copa del mundo ya fue reemplazada cientos de veces por otras intensidades.
Atrás, atrás quedó el alivio y más atrás aún la certeza de haber ganado algo.
En un contexto tan apremiante y desmoralizador, en el que tantos significantes han quedado vacíos, Muchachos cumple con la inesperada tarea de dejar en evidencia a lxs espectadorxs (aficionadxs y profesionales, es decir, la crítica) que confunden de manera oportunista, lo popular con lo demagógico. Y, como siempre, la recepción crítica depende de la materia de la que está hecha el corazón del que ve.
El cine (sobre todo el que documenta) presenta y representa lo que sucede por fuera de las pantallas. Pero la experiencia del Ser contemporáneo hace mucho dejó de ser autónomo de su representación en imágenes, sobre todo, de las que él mismo produce sobre sí. Esas imágenes son intrínsecas e inseparables de, precisamente, la experiencia sobre la cosa en sí.
¿Cómo habríamos vivido el pasado Mundial sin la presencia de la Abuela lalalalala, o de las calles de Bangladesh teñidas de azul y blanco?
¿Habría sido Muchachos el himno extra oficial por adopción popular si no lo hubiéramos escuchado miles de veces en las redes sociales?
No lo sabemos y es imposible siquiera imaginarlo porque en la poesía del Mundial fueron cruciales los fragmentos que veíamos en las redes, aunque redes sociales y poesía sean prácticamente un oxímoron.
Sin embargo, en esta película pasa otra cosa. La construcción de la poesía de lo popular es el montaje de esos asados colectivos que no importa si son en la vereda del barrio más recóndito de la Argentina, o en el patrio trasero del hotel mil estrellas de la capital qatarí. O los hinchas argentinos cantando el arrorró a un niño qatarí asustado en el metro de Doha, que ante la presencia de la alegría avasalladora de la hinchada albiceleste llora atemorizado.
La retórica también recae sobre el texto que se lee en off, escrito por un autor popular (y productor de la película), que desde décadas pone en palabras y en lenguaje llano y reconocible lo cotidiano. Hernán Casciari es el encargado del guion que lee en off Guillermo Francella, el otro gran pilar donde se asienta la película, el actor más popular de Argentina. Y así, todo tiene sentido. Forma y contenido logran construir lo imposible: la emoción popular y la argentinidad.
Se ha vuelto cada vez más inusual en el cine ver planos con varios personajes. Planos poblados, sobrepoblados. No importa si hablamos de ficción o documental, la puesta en escena está pensada para aislar e individualizar a los protagonistas, sus experiencias y sus relatos sobre ellas. Pero en Muchachos eso no sucede. Casi no hay planos de una sola persona. Hay un living, con diez. Hay una vereda, con quince, una habitación con tres. Una calle, con cientos. Un estadio, con miles.
Y hasta las proyecciones de esta película ya cuentan con su propia mítica. Se han escuchado coros y visto pogos en diferentes cines del país y hasta una persona fue detenida por haber encendido una bengala de humo en la plena oscuridad de la sala. La misión ha sido cumplida: Muchachos vuelve a pasar por el corazón del espectador hincha el gran significante de las 3 estrellas bordadas en la camiseta.
Y de repente, en esa sala de cine, estamos juntos, de nuevo y formamos parte de algo, de nuevo. Y como dijo Leonardo Favio, el más argentino de todxs nosotrxs: "Soy argentinx porque mientras escribo estas líneas me doy cuenta de que no puedo ser feliz en soledad".
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